No conozco nada de ti, ni tu apodo, ni el nombre del restaurante de tu padre, donde vives, ni donde estudiaste, solo lo que me mostraste en esas horas, contándome anécdotas de tus viajes, historias de amor que salieron denegadas, versículos donde se borra el recuerdo de no poder ser feliz cuando lo elegiste, en fin, situaciones de tu vida que a tus ojos eran cotidianas y a los míos merecedores de editarlas en una ilustración.
Sin saber lo que podía pasar quedamos a ciertas horas lejanas del ocaso, donde la coincidencia se izó presente y la comunicación brotaba por si sola. Deleitamos unas bebidas y el sabor del salitre acompañado del humo de tabaco.
Todo fue tan diferente, parecía que la armonía de los griegos nos rodeaba, pues la realidad entre todas sus partes era perfecta formando sin duda la obra de Arte. Y allí en el momento de las miradas, con tu musica de fondo y cada uno en su asiento, vigilaba su respiración, controlando el momento del primer beso. Cuando hay armonía en una composición significa que las partes que la componen, aunque sean diferentes, funcionan de manera armónica.
Por ejemplo, en el arcoíris, todos los colores son diferentes, sin embargo, funcionan muy bien juntos conformando una policromía. Y no es casualidad, que la química fuera tan elocuente, pues jugamos con el azar.
Y tú, sin mediar palabra, apoyaste tu cabeza al borde del asiento, para dejar silenciado con el primer beso a Jack.
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