Aún estás cerca. Me tocas, pero tu respiración esta agotada. Aún así te llamo. No escucho tu latido, adiós mi Caperucita Lila.
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De nuevo la melodía de violines y esa cuerda de piano. El viento envuelve tu pelo sobre tu cara despidiéndose junto al susurro de mi llanto. Estoy agotado, y me siento destruido. Esta nueva navidad no estarás, despierta. Sigues ahí apoyada en mí, con tu piel cálida. Perdiste el derecho. Me obligaste a llevarte a casa de tus padres, donde allí, el maltratador tendría lo que quería y follo, ese cuerpo, cascara. Te sujeto con todas mis fuerzas y te subo al coche, temiendo golpearte con la puerta. Te siento de aquella manera tan peculiar tuya, donde los pies estaban recogidos y sujetados por tus manos.
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Te odio enana.
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Y entre tantas cartas, tantos corazones rotos, acelero. Nunca es ahora. Hace minutos que conduzco, y sigues aquí, te haz ido, y mi llanto no para. El deseo es superior, y te veo ahí, parece que duermes como cada noche que te busque. Hoy no conduzco a un pueblo diferente. Todo quedó atras. ¿Cuando la noche terminara?...En la radio suena esta canción tan tuya como mía, que triste canta Laura Nyro, me inclino a buscar un disco de Patti Smith en la guantera, pero parece que todo quedó en el apartamento. Los railes se iluminan a mi paso, y la luz que detecta la velocidad me avisa de que estoy superando la máxima permitida. No estoy de rebelde, solamente cierro los ojos y me quito el cinturón de seguridad, mi hora también ha llegado junto a ti, mi puta.
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